NUEVAS AVENTURAS DEL LLOLERO SANITARIO
Un final a quitón calzado en el viejo oeste (*)

Cuando llegó al Saloon, El Llolero Sanitario no tenía su habitual aire de compadrín bailarito.
Se lo veía famélico.
Pidió mozuela de candongo y se la comió.
Acilla de tortelga con toma de salsate y se la devoró.
Frilanesa con mitas y las deglutió.
Hollo al porno y se lo lastró.
Strogonollo de poff y se lo tragó.
Un chorazo a las brisas y se lo mandó.
Cebún con atollitas y se lo manducó.
Lerroz con ache y se lo papó.
Reventaba el Llolero.
Y entonces, de golpe, visibló palideciblemente y fue corriendo hasta su apellido.
Fue allí que, por primera vez en su historia de vengador justiciero, al Llolero le salió el culo por la tirata.

 

(*)  En honor a Jorge Pablo Cajarville  y celebrando que en estos tiempos y a estas edades, haya espíritus que mantengan la lozanía de los juegos.
Un inefable personaje de Rex Stout, el detective Nero Wolfe (que Jorge Pablo, por talento y continente, podría interpretar sin esfuerzo), expresaba en  “Muerte de un veraneante”: “Me gusta utilizar las palabras, no jugar con ellas”. Usted perdone, gordo Wolfe, pero nosotros nos divertimos jugando con ellas aunque jamás descubramos quién fue el asesino.

 

 

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