Textos
EL ENANO DE MARGAT
En el otoño el café era más que nunca fragancia de viejas maderas, viruta y aserrín envueltos en efluvios de creolina, alcohol y café. Las hojas secas abrazadas al viento y la pertinaz llovizna sabían que debían quedar afuera y por los grandes y siempre sucios ventanales podían adivinarse vecinos, amigos y enemigos, pasar o entrar, cerrando rápidamente la puerta. Los charquitos de las veredas rotas se repetían adentro, hasta que el aserrín los absorbía.