Textos

 

MATE Y VENGA

 

Lamento contradecirlo, doctor, pero el mate no es una calabaza tonta ni, como usted dice, remota causa de quietismo, de óptica provinciana, de ley del mínimo esfuerzo, de falta de auto-exigencia, de crítica de boliche.
Esos son otros cantares, frutos de otras cebaduras.
El mate, en verdad, también somos nosotros.
En un mundo de dolorosa búsqueda de excelencias empresariales, con el hombre cayéndose de los manuales, cada día es más difícil darle tiempo al mate, que es darse tiempo a uno mismo, a sus propios valores, ni importados ni impuestos.
Aunque las técnicas de mejora continua no lo sepan, el mate sigue siendo una forma de ver el mundo más solidaria, más humana, un método para refugiar el alma, un código que sólo las manos francas pueden entender.
Los hombres de plástico no toman mate.
Tal vez tomen decisiones.
Pero nunca a favor de los demás.
Compiten. Corren. Pisan. Matan. Llegan.
Pero, ¿adónde?
Nunca adentro de ellos mismos, porque son sólo calabaza vacía, pura cáscara.
Tomar mate no implica ser solidario, claro.
Pero ayuda.
Hace conocerse mejor a uno mismo y entonces a los demás, que también son uno mismo.
Cuando se ceba en soledad y silencio, hace mirarse, caminarse, recorrerse, ir y venir.
Ir no es llegar. Pero al menos es ir.
Y eso ya es mucho.



Fotografía anterior
Próxima fotografía